
Ayer mientras estábamos en capacitación con el Maestro Miguel Beas Miranda, llegaron mil cosas a mi cabeza. Él hablaba y yo simplemente pensaba: los educadores estamos viviendo justo lo que él dice.
No solo contestamos llamadas a cualquier hora del día, atendemos con cariño, las dudas de los niños cuando estamos tratando de descansar o tomar un café, ️respondemos mensajes de los jóvenes ️mientras preparamos un rápido desayuno y recibimos las dudas de las familias antes de ir a la cama.
Como dice mi amiga y compañera Ángela: Es nuestra primera pandemia, nunca nadie nos enseñó cómo había que hacer las cosas…nadie estaba preparado.
- Estamos aprendiendo justo con a la par con toda la humanidad.
- Convertimos nuestras salas, comedores y bibliotecas en salones de clase, así como los estudiantes en sus casas.
- Tuvimos que aprender sobre la marcha el manejo de la virtualidad, teniendo en cuenta que algunos de mis compañeros se han hecho a la distancia.
- Comenzamos por alfabetizar a muchos padres, para que ellos a su vez, pudieran ayudar en las actividades de sus hijos.
- Muchos de nuestros compañeros están pagando la factura de los servicios como internet o nuevos planes de datos para el desempeño laboral diario, con su salario.
- Nos hemos vuelto “expertos” en hacer las clases por redes sociales, por teléfono, WhatsApp, salas virtuales, y aún sí, seguimos recibiendo las tareas de los niños que siguen trabajando en forma tradicional porque no tienen un equipo apropiado. (seguimos visitando la institución para recoger sus tareas).
- Nosotros también estamos sufriendo con las carencias en los hogares, con las tristezas y las angustias de los niños, jóvenes y sus familias.
- Los educadores también tenemos nuestras propias fracturas emocionales, nuestros dolores, tenemos familias a quienes atender; tenemos padres, hijos, esposos, esposas a la espera de una pequeña tertulia, mascotas que quieren jugar, tenemos nuestras propias tareas en casa. Nosotros también sentimos, estamos tan abrumados como ustedes, como todos en el mundo… también enfermamos y nos sentimos débiles a veces.
- Los educadores no sólo mandamos tareas para la casa, también recordamos a los niños, mandamos mensajes de aliento, recordamos pautas de aseo, los llamamos sino llegan, preguntamos por sus vidas, algunos, han ido hasta sus casas para saber cómo están. Hemos aprendido a hacer videos, a cantar, a crear condiciones, retos y nuevos ritmos, hemos aprendido a enseñar a leer a través de una pantalla, mis compañeras enseñan las vocales y los números desde un teléfono y todos tratamos de no perder la capacidad de soñar.
Pensamos si podemos volver, pensamos en el tamaño de nuestros salones y cuántos niños caben allí respetando el distanciamiento social. pensamos también en cómo vivirán ellos, el deseo de abrazar a sus amiguitos sin poder hacerlo. Hemos escuchado a los jóvenes cuando dicen que extrañan a sus compañeros y la vida en comunidad
Hemos aprendido a conectarnos con el corazón; pero de forma diferente, sin perder el calor humano.
Para todos, para nuestros padres, para nuestros amigos, para nuestros vecinos, próximos y lejanos, esto es nuevo.
En lugar de juzgar, ponte en los zapatos de un profe…valóralo.
A mis compañeros toda la admiración y respeto. Esta reflexión es para y por ustedes.
(No anexo fotos de los niños, por respeto a su privacidad).
Por: Claudia Patricia Arbeláez Henao – Docente
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