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Desde la raíz

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¡Llegar a Antioquia es mágico! y para quienes no nacimos en esta tierra es un destino que en poco tiempo nos abraza, deseando sentar las columnas de nuestros hogares; paisajes asombrosos, gente de corazón inefable y un universo de oportunidades son algunas de las muchas razones para permanecer.

Después de tomar la decisión de quedarme tuve como propósito conocer las raíces de la tierra que empezaba a habitar, como se hace en toda relación de amor es preciso conocer al otro desde sus entrañas para tejer el sentimiento más noble, leal y sincero.

Mi primer puerto fué Urabá, recorriendo desde Arboletes hasta Mutatá, de la mano de Tuminé (un descendiente de la tribu Cuna-Tule) conocí el mundo de las molas un tejido hecho por las mujeres Gunadule (cuna-Tuke o kunas) tribus que habitan en Colombia y Panamá, en nuestro país superan los 2500 integrantes y en Urabá se concentran más de 300 entre Necoclí y Turbo; Con hilos agujas y retazos crean verdaderas obras de arte que buscan: conservar el legado de sus ancestros, cuidar el territorio y regar las semillas de sus tradiciones, así como lo conversé con Miguelina caminando por Caimán Nuevo Ibgigundiwala (el resguardo a 6 horas de la vía principal entre Turbo y Necoclí) ella diseña desde su banquito caminos, montañas, pájaros volando, las olas del mar, sus días, mitos, los laberintos de protección, y lo que ocurre en su comunidad, en donde nació hace 75 años.

En Urabá hay rostros indígenas pero también afrodescendientes, mulatos, costeños que se emocionan al sentir el bullerengue un ritmo de descendencia africana que aunque nace en el departamento de Bolívar y su llegada a Urabá fue tardía y paulatina durante el siglo XVIII, fué tomando el estilo propio de esta región. El Urabá antioqueño es hoy considerado como el núcleo de la mayor actividad bullerenguera en Colombia creando un importante medio de transformación sociocultural. Su nombre viene por la bulla que hacían las comunidades cuando se reunían a bailar, y las arengas que proclamaban, ritmos que permitían tejer su memoria histórica. Relatos que se fueron bordando en medio de cantos, música y baile y cuenta en sus letras reflejos de enormes brechas sociales, inspirados en el mar, el río, la pesca y el sol; verdaderos poemas con repique de tambores que agudizan los sentidos y dan una caricia al alma.

De repente el oriente Antioqueño nos abre sus puertas descubriendo la fascinante historia de una mujer que, por allá a mediados del siglo XVIII, se convirtió en precursora indiscutible de la liberación de esclavos en Colombia. Más que un personaje de la historia de Antioquia, Javiera Londoño se convirtió, con los años, en un símbolo de amor y valentía; una dama revestida de valor cuyo recuerdo debería ser promovido en cada rincón del oriente antioqueño.

Con su esposo don Ignacio Castañeda acordaron liberar a sus más de 125 esclavos y dejarles sus tierras, empezaron en 1757 con 18 de ellos ; tras el fallecimiento de su esposo ella continua con este propósito y también decide dejarle a sus esclavos las propiedades a su nombre en especial las minas de Cuarzo y Oro (de aquí nace el gentilicio de El Retiro, ya que a quienes trabajaban en la mina los llamaban guarceños; La palabra fue mutando por el campesino hasta llegar a «Guarceños») poniendo como única condición en su testamento que en su honor y en el de su esposo hiciera una misa cada año. En 1766 fallece y aunque la tratan de declarar loca y anular su voluntad la justicia prevaleció y en 1772 fueron liberados más de 125 afrodescendientes.

Después de cada misa los nuevos libres terminaban celebrando y bailando dando origen a las fiestas de los negritos , Con el pasar de los años empieza a crecer la población y algunos migran al sur de Colombia; Los que llegaron al departamento de Nariño estando tan lejos del Oriente Antioqueño y sin embargo queriendo cumplir con el compromiso con su salvadora deciden hacer la misa y la fiesta desde estas tierras dando origen a lo que hoy conocemos hoy como el carnaval de blancos y negros.

los orientales y en general los Colombianos deberíamos recordar a Javiera Londoño como la embajadora en las luchas por la libertad. Aunque era una mujer analfabeta, tenía una nobleza y valentía únicas que le ayudaron a entender lo nocivo y doloroso de la esclavitud. Y si bien hay registros de pequeñas liberaciones de esclavos en Colombia antes de su época, Javiera Londoño será siempre un símbolo de la defensa de los derechos humanos. En el fondo, ella se rebeló contra las instituciones de su época y las dinámicas mismas del periodo colonial.

Este es un fragmento de mi historia de amor por Antioquia; Por más locas como doña Javiera, por más tejedoras como las Cuna-Tule y por más cantos, repique de tambores y bailes bullerengeros.

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