El BICENTENARIO DE AYACUCHO mundo Andino conquistado que nunca se rindió

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Por: Carlos Andrés Zuluaga Marín

Instagram: Rionegro Patrimonio Histórico

En este espacio, que ahora seguirá siendo habitual mes a mes en este periódico, el más importante y tradicional de Rionegro, quiero dar inicio a una serie de contenido de carácter histórico, pero que más allá de la investigación y divulgación de fuentes, exista un análisis crítico y reflexivo acerca de la importancia del conocimiento de nuestro pasado, como punto de fuga para entender tanto el presente como el futuro de la ciudad y la región.

Quisiera iniciar con estas preguntas dirigidas a todos los lectores: ¿Por qué existe tanto desconocimiento y desinterés del nacimiento y formación de nuestro país?, y ¿Qué entendemos por identidad? Supongamos que el desinterés va de la mano del desconocimiento, y que la identidad como actualmente se entiende fueran los estereotipos de consumo impuestos por la televisión y los diferentes medios divulgativos, dándonos un vago significado de lo que realmente es el “ser colombiano”: los artistas pop y deportistas de alto rendimiento. Últimamente existe la tendencia de una válida pero reducida reivindicación del afro pacífico y caribe trasladado a lo “ancestral”; al igual que alguna gastronomía y sitios turísticos que nos limitan y conducen a una identidad creada y ambientada para la consolidación de marcas. En realidad, no hay mucho más que ver, debemos reconocer que tenemos un déficit en ese sentido.

Ahora bien, muchos se preguntarán: ¿y a mí para qué me sirve la historia? ¿en qué me beneficia si eso no me da plata? Preguntas que plantean una reflexión, un pueblo que esté sometido a desconocer su pasado está necesariamente sometido a tomar malas decisiones sobre su futuro.

Teniendo presente que el fenómeno de la globalización es una realidad ineludible, de ninguna manera nos debe desprender de lo que realmente somos, dícese cultura y costumbres del pueblo, estado, país nación. Entendiendo que cada momento histórico tiene sus valores y antivalores. No es justificar el pasado como algo enteramente positivo, como tampoco creer que el presente es lo ideal.

Y si algo ha caracterizado a las grandes potencias mundiales o países desarrollados, ha sido su profundo conocimiento y honra por sus raíces. Y no hablo solo de sus grandes triunfos militares y sus próceres, sino de lo que alrededor de estos hechos y personajes ocurre: las dinámicas y transformaciones mismas de la sociedad, y que han sido el músculo impulsor de su evolución. Porque partamos de lo siguiente, la humanidad desde su existencia ha evolucionado conforme a sus propias guerras y enfrentamientos. Decir esto en la susceptibilidad y Corrección Política de las actuales generaciones es contraproducente, pero es un hecho fáctico.

 

El año pasado el Congreso de la República aprobó la Ley 2325 de 12 septiembre 2023

POR MEDIO DE LA CUAL EL ESTADO COLOMBIANO SE ASOCIA A LA CONMEMORACIÓN DEL BICENTENARIO DE LA BATALLA DE AYACUCHO, DESIGNA AL MUNICIPIO DE RIONEGRO, ANTIOQUIA COMO SEDE PRINCIPAL DE LA CELEBRACIÓN, EXALTA LA LABOR DEL GENERAL JOSÉ MARÌA CÓRDOVA Y SE DICTAN OTRAS DISPOSICIONES.

Ley de la cual fui coautor con el beneplácito del hoy Senador Esteban Quintero Cardona, quien buscaba encontrar una forma de otorgarle a la ciudad de Rionegro un beneficio en materia cultural, a través de la importancia de su pasado como eje de transformación sociopolítica, militar y económica de Antioquia y Colombia.

Pero más allá de exaltar la memoria del héroe militar colombiano más importante de todos los tiempos, (falta que aún hace, porque no sobra quien lo siga confundiendo como el fundador del aeropuerto), es la invitación a entender la importancia de todos y cada uno de los rionegreros, orientales, antioqueños, colombianos y latinoamericanos a confraternizar en una tarea que 200 años después sigue en marcha, al comienzo del ensayo de una nueva vida republicana y al fin de un imperio español que por 300 años dominó este territorio, y del cual hoy somos su resultado.

Como hecho histórico la Batalla de Ayacucho ocupa un lugar en los sucesos político militares más importantes de la humanidad, y su héroe, nombrado así por el mismo Mariscal Antonio José de Sucre, Simón Bolívar, y muchos otros actores y testigos que pertenecieron al Ejército Unido Libertador del Perú, plasmaron en sus memorias la mitológica proeza militar de Córdova, reflejando la importancia de un joven de rasgos montañeros, criado en este valle, que consolidó su propósito de vida con esfuerzos sobrehumanos, y entregado al amor de una familia y un pueblo que siempre fue el “adorado de su alma”.

Por eso Córdova, tras su muerte física y posterior nacimiento del mito y leyenda viva, continuó con un legado que dio incontables beneficios a una Rionegro, que en su momento fue golpeada por los gobiernos nacionales y departamentales a causa de sus convicciones políticas.

Córdova, más allá de la imagen de gloria militar, también lo fue humana, ya que, en su corta vida cargada de logros, también tuvo tropiezos. Es la encarnación misma del pueblo antioqueño, con sus valores y defectos.

Es entonces, que además de publicar contenido histórico e historiográfico del personaje y del trascendental suceso, lo cual también irá a suceder en cada edición de este 2024, será descubrir el pasado y los inicios de los lugares donde el héroe dejó huella, al igual que los acontecimientos, personajes y empresas que marcaron un hito en el progreso y desarrollo de nuestra región a lo largo de estos siglos de vida republicana.

 

José Hilario López, actor y testigo de la gloriosa gesta, escribió en sus Memorias:

“Imagínese la belleza de aquel general de 25 años en ese instante sublime. Con su ligero uniforme azul, sin más galas que su juventud y su espada, agitando con su mano derecha el blanco sombrero de jipijapa y guiando con la izquierda el favorito caballo castaño claro habituado por él a cabriolar y a saltar; su rostro encendido como el de Apolo, fulminaba el coraje de su alma, y sus palabras vibraban como el rayo por aquel horizonte de pólvora y de truenos en que íbamos a envolvernos.

Repetida por cada jefe de cuerpo la inspirada voz, la banda del Voltìgeros rompió el bambuco, aire nacional colombiano con que hacemos fiesta de la misma muerte; los soldados, ebrios de entusiasmo, se sintieron más que nunca invencibles; y entre frenéticos vivas a la Libertad, avanzó rectamente esa cuádruple legión de enconados leones, reprimida hacia casi dos horas por la diestra mano de su jefe.”