Candidatos. ¿Y las propuestas?

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En cada ciclo electoral reaparece una sensación amarga. Abundan los candidatos, muchos de ellos debutantes y otros con trayectorias diversas. Esto ocurre en una región con peso demográfico, económico y social suficiente para seguir ocupando un lugar destacado en la discusión nacional. Sin embargo, la competencia que empieza a tomar forma no puede inclinarse hacia el ruido en lugar de la reflexión. La experiencia de procesos anteriores demuestra que los temas que realmente importan al ciudadano corren el riesgo de quedar relegados mientras avanza la carrera hacia el Congreso. Lo que se espera es escuchar propuestas que orienten el futuro del Oriente antioqueño.

La ciudadanía expresa con claridad lo que espera. Unos sectores más conscientes y críticos, más informados y más atentos, quieren debates serios, confrontación de ideas, explicación de planes y transparencia frente a las prioridades. No se trata de una exigencia menor. Frente a la diversidad de candidaturas —unas con experiencia política, otras con recorrido social— la gente pide escuchar argumentos y no descalificaciones. Ese es el llamado. La campaña apenas empieza y todavía estamos a tiempo de evitar que la contienda derive en prácticas que ya han hecho daño en otros procesos electorales. Nadie quiere ver estrategias de desprestigio, mensajes malintencionados o insinuaciones que ofenden y terminan ocupando el lugar que debería reservarse para la discusión de ideas.

Lo que está en juego no es solamente una curul. Es la posibilidad de que el Oriente antioqueño continúe consolidándose como un territorio que planifica su desarrollo y fortalece su vocación regional. La región necesita que quienes logren representarla en el Senado y la Cámara de Representantes entiendan que avanzar implica sumar capacidades y no profundizar heridas. La intolerancia debilita la democracia y erosiona la confianza ciudadana.

Por eso crecen la inquietud y el desencanto. Muchos ciudadanos expresaron que en el pasado las propuestas fueron pocas. Esperamos lo contrario. La región teme que la contienda se desvíe hacia los ataques antes que hacia las soluciones. Las campañas negras no han aparecido de manera explícita, pero están latentes como tentación y mecanismo fácil para quienes buscan notoriedad sin proyecto, más aún en tiempos de manipulación de voz e imagen con inteligencia artificial. Ojalá nunca lleguen a manifestarse. Estamos a tiempo de evitar ese deterioro del debate público. Queda espacio para que quienes aspiran demuestren que pueden competir con decencia, sin convertir al adversario en enemigo.

Más de una docena de aspirantes al Congreso con residencia, ascendencia o apoyo de políticos y líderes locales recorrerán el Oriente repitiendo que el país vive un momento difícil. Sin embargo, necesitamos saber con claridad cómo piensan enfrentar esos desafíos desde una agenda realista, sostenible y realizable. Necesitamos propuestas de región y visión de futuro con estrategias que traduzcan la identidad del territorio en decisiones nacionales. Preocupa que, en ocasiones, algunos candidatos hablen más de ganar que de servirle a la subregión. Y bajo esa lógica se pierde la pregunta esencial: qué le quedará al Oriente después de su paso por el Congreso.

Esta inquietud no se dirige únicamente a quienes buscan la reelección. También es válida para quienes aspiran por primera vez. La pregunta es sencilla: ¿entienden la responsabilidad a la que se comprometen? El Oriente antioqueño no es un escenario abstracto. Es una región con tensiones propias del crecimiento acelerado, con desigualdades entre municipios, con retos de movilidad, vivienda, ordenamiento, seguridad, competitividad y presión sobre los recursos naturales. Representarlo implica conocer su complejidad, escuchar a las comunidades, estudiar sus dinámicas y asumir con rigor la defensa de intereses colectivos que no se resuelven con discursos vacíos.

Tenemos derecho a evaluar lo que ha ocurrido antes. Resulta inevitable preguntarse qué representación ha tenido realmente el Oriente antioqueño en el Capitolio. Cuántos proyectos se impulsaron pensando en las necesidades del territorio. Cuántas iniciativas se tradujeron en leyes, recursos o decisiones que transformaran la vida local. Cuántas veces los congresistas estuvieron presentes en espacios donde la academia, los gremios, las administraciones municipales, las corporaciones públicas, organismos comunitarios y la sociedad civil pedían claridad y posturas sobre temas trascendentales. Su ausencia en muchos de esos debates dejó vacíos que aún pesan. Y por eso es legítimo cuestionar cuál es el legado que queda al término de cada período legislativo.

La campaña que hoy comienza debe corregir ese rumbo. Algunos asuntos de fondo siguen esperando: la segunda pista del Aeropuerto José María Córdova y la ampliación del terminal aéreo; las garantías para que el desarrollo aeroportuario no termine afectando a las comunidades vecinas; la deuda histórica de la reparación de la doble calzada, el “tranvía” hacia la autopista y el intercambio vial en la zona industrial; qué pasará con nuestra autopista entre El Santuario y el Magdalena Medio y cómo se garantizará la vocación agrícola, mejores condiciones de equidad y un cambio real en la desigualdad que persiste entre municipios, especialmente en los de Páramo y Bosques. Proyectos que han estado en el discurso durante los últimos años, pero no en la ejecución. Temas que ningún candidato parece asumir como propios. Y esto por solo mencionar algunos.

Nuestra subregión no necesita más aspirantes que prometen en abstracto. Necesita candidatos que se comprometan con hechos medibles y verificables. Personas capaces de escribir sus líneas de trabajo con claridad para que la ciudadanía pueda hacer seguimiento y exigir resultados. Líderes que no teman rendir cuentas sobre lo que proponen y sobre lo que logran o no. Candidatos que comprendan que el voto es un pacto de doble vía.

El calendario tiene un punto de llegada. El ocho de marzo, día en que la ciudadanía saldrá a las urnas. Ojalá que, de aquí a ese momento, los mensajes en medios de comunicación, vallas, pasacalles, volantes y redes sociales no se utilicen para apagar la luz del otro, sino para brillar con luz propia. La región necesita campañas que construyan y no que destruyan. Propuestas sinceras antes que ataques oportunistas. Ideas antes que agravios.

El Oriente antioqueño está listo para seguir avanzando. Ahora falta que quienes aspiran a representarlo estén, de verdad, a la altura de su responsabilidad y del momento histórico.

por: Carlos Gomez

 

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